En el año 1993, en la última parte de mi
segundo curso de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, abordando
los últimos meses del curso y buceando en la asignatura Teoría General de la
Información, tuve claro que, tras varios años de ejercicio de la profesión
periodística, me dedicaría a la consultoría de comunicación. Así fue. El
estudio de aquella asignatura me permitió abrir nuevas ventanas de reflexión y
conocer en profundidad la obra de Rogers, de Watzlawick, de Katz, de
Lazarsfeld, de Postman, de D'Aprix o de Morin, entre otros. En esa inmersión,
me topé con una obra sencilla, preclara y a veces un tanto naïf, pero
interesante. Se trataba de 'La Publicidad Política. Cómo se convierte un hombre
en candidato', de Francisco Izquierdo Navarro (Oikos, 1975). En ella, hablamos
del año 1975, Izquierdo afirmaba que un candidato que quisiese tener
opciones de victoria, jamás lo haría presentándose con barba ante el
electorado. Si repasamos los rostros de los presidentes de gobierno o primeros ministros
de cualquier país de la Unión Europea o de EEUU durante los últimos 40 años,
descubrimos que ninguno ha tenido o tiene barba. Ninguno. Sin embargo, en
España, el próximo 20 de noviembre, elegiremos nuevo gobierno y su presidente
tendrá barba.
¿Es esto relevante? No ¿Es importante? No ¿Es significativo? Sí. Primero porque la globalidad nos puso en la élite de la política al barbudo Lula da Silva y desde entonces todos relativizaron y se dieron cuenta de que los barbudos también se codean con los G20 y pueden gobernar países sin haber pasado por Sierra Maestra o sin estar detrás de una pancarta el primero de mayo. Si a esto le unimos que la barba hoy es tendencia, entonces es inevitable que a España la gobierne un barbudo.
Pero ¿Qué campaña nos espera? Creo que errática por las dos partes. Triunfalismo contenido por parte del PP y píldoras pedagógicas por parte del PSOE. El único punto de inflexión que puede torcer lo previsible es el debate entre los candidatos que tendrá lugar en la Academia de la Televisión el 7 de noviembre. Ese debate lo perderá Rajoy si persiste en echar culpas a la mala gestión del gobierno Zapatero al que perteneció Rubalcaba y lo ganará si es capaz de balancear la crítica con la propuesta que sintetice bien el revulsivo que, en el fondo, todos esperan y desean en España. Por su parte, Rubalcaba se equivoca al mirar al 15-M como caladero de votos. A Rubalcaba le toca reconocer su parte de culpa y construir desde el pragmatismo, no desde las propuestas que abocan al falansterio y que encarnan muchos de los postulados del 15-M.
¿Es esto relevante? No ¿Es importante? No ¿Es significativo? Sí. Primero porque la globalidad nos puso en la élite de la política al barbudo Lula da Silva y desde entonces todos relativizaron y se dieron cuenta de que los barbudos también se codean con los G20 y pueden gobernar países sin haber pasado por Sierra Maestra o sin estar detrás de una pancarta el primero de mayo. Si a esto le unimos que la barba hoy es tendencia, entonces es inevitable que a España la gobierne un barbudo.
Pero ¿Qué campaña nos espera? Creo que errática por las dos partes. Triunfalismo contenido por parte del PP y píldoras pedagógicas por parte del PSOE. El único punto de inflexión que puede torcer lo previsible es el debate entre los candidatos que tendrá lugar en la Academia de la Televisión el 7 de noviembre. Ese debate lo perderá Rajoy si persiste en echar culpas a la mala gestión del gobierno Zapatero al que perteneció Rubalcaba y lo ganará si es capaz de balancear la crítica con la propuesta que sintetice bien el revulsivo que, en el fondo, todos esperan y desean en España. Por su parte, Rubalcaba se equivoca al mirar al 15-M como caladero de votos. A Rubalcaba le toca reconocer su parte de culpa y construir desde el pragmatismo, no desde las propuestas que abocan al falansterio y que encarnan muchos de los postulados del 15-M.
Durante el desenlace de ese debate será vital
el efecto de primacía que resulte de las primeras intervenciones y
especialmente el de recencia que dejen las últimas tomas de palabra de cada uno
de los candidatos. Toca pragmatismo, no demagogia; tocan valores, no
ideologías; toca acción, no involución; toca franqueza, no torpeza y toca
fortaleza, no debilidad. El día 7
es importante, la campaña, está vez, no lo será. Pase lo que pase, por
primera vez en 35 años, la tesis de Izquierdo se verá superada. Nos gobernará
un barbudo, como yo, pero, ya me gustaría a mí que una de mis tesis durase 35
años.
Con admiración, para Francisco Izquierdo.
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