Las cosa son fáciles si las personas las hacen fáciles. Las
cosas funcionan si las personas que las hacen tienen un modelo y un objetivo,
las dos baquetas básicas para marcar el ritmo. Si echamos un ojo a lo que está
pasando en España parece que advertimos que las cosas no son fáciles, que las
personas que se muestran a los mandos tampoco hacen que sean fáciles, que no
hay modelos ni tampoco objetivos.
Empecemos por las personas en las que hemos depositado la
responsabilidad de gobernar o, simplemente, aquellas a las que hemos encumbrado
altar de los prohombres en pedestales inflamados de percepciones equivocadas.
Sería injusto hacer una lista con todos, porque dejaríamos fuera a miles de anónimos
ediles, constructores, especuladores y categorías extrañísimas de palomeros del
pelotazo. El caso es que, sorry so much, al final, los más expuestos son los
que deberían estar en la galería de los horrores españoles. Podríamos empezar
por apellidos comunes que han devenido en categoría de corrupción y
mamporrerismo (Fabra, Gil y Gil, Roca, tantos); seguir por aquellos que han
cristalizado en estulticia política y una absoluta falta de visión rayana en lo
dañino (Blanco, Zapatero, Chaves, Aznar, Sebastián, Cascos, Ibarretxe, tantos);
continuar por aquellos que elevamos a categoría de imprescindibles siendo un
enorme bluff de dimensiones extraordinarias, algunos venidos a menos cual
souflé recalentado y antaño mostrados como enormes visionarios (Rato, Bañuelos,
Sanahuja, Santamaría, Martín, tantos) y otros que, viviendo en la inercia del
vacío generalizado, tratan de regar su maltrecho crédito a la espera de que
vuelen también por los aires y el paso de los años los sitúe como parte
importante del mal que nos azota (Aguirre, Griñán, Mas, Botella, tantos).
Insisto, son solo ejemplos de algunos de los que han estado en el mainstream.
El caso es que la enfermedad se había colado en más de 8000 ayuntamientos, en
más de 40 diputaciones provinciales, en cientos de consejerías regionales, en
17 comunidades autónomas y en una parte importante de los gobiernos centrales,
en miles de empresas promotoras y constructoras, en las cajas gestionadas por políticos, en el enjambre de miniempresas
que afloraron para especular, en el modelo de educación y, bajo mi punto de
vista, lo peor, en la percepción de una grandísima parte de los españoles que,
sin criterio, adocenados y tal vez cansados y aburridos, hemos visto como las
luces que nos guiaban se han esfumado y vamos a tientas buscando desesperadamente
una salida contrarreloj.
Para encontrar la salida necesitamos un modelo y un
objetivo, las personas adecuadas y hacer las cosas fáciles. Me consta que, aun
rodeados de este erial, en España hay muchos empresarios, trabajadores, un
puñado de políticos y miles de personas anónimas que no solamente son críticos
con lo que hemos tenido, sino que están manos a la obra en la misión de construir
un modelo ganador basado en el esfuerzo, el sentido común, la honestidad, la
innovación en procesos y formas y en el conocimiento. Sin esas variables,
solamente aspiraremos a autoengañarnos en burbujas que duran lo que duran.
Cuando hablo de estas personas que trabajan en ello no pienso (ni penséis) en
las acampadas de Sol o de la Plaza de Catalunya. La crítica sin propuestas
constructivas y articuladas son gestos voluntaristas, seguramente bonitos, pero
pueriles. Manos a la obra. Es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario