Flor de verano. Foto realizada por Nacho Jiménez en Candeleda, Ávila. Agosto de 2012
Ahora que los niños
empiezan el colegio, cierran las piscinas y los que afortunadamente tienen
trabajo casi todos ocupan sus puestos, podemos dar por finalizado el verano. No ha
terminado el estacional, sino el experiencial, el del disfrute, el de los
tiempos ampliados para el ocio, el del descanso, el de la actividad distinta a
la rutinaria o el de la rutina diferente.
El que esto suscribe debe
subrayar que este verano ha sido excepcional. No solamente por haber podido
descansar lo que necesitaba, deshacer lo aprendido para aprehenderlo de verdad
y dedicarme a hacer muchas de las cosas que el resto del año no he podido hacer, sino porque he podido
vivirlo con lentitud, con parsimonia, con intensidad y con la cadencia justa
para saborearlo con los míos.
En este tiempo, una de las
mejores medicinas es devorar libros. Al igual que hiciera en entradas previas,
dejo algunas referencias destacables de lo que he descubierto o simplmente de
aquello que he recuperado en segundas lecturas y que merece la pena recordar. Disfruten:
Todo a Mil, de Javer Gomá
Lanzón. Se trata de 33 bocaditos de filosofía publicados (salvo dos de ellos)
en el suplemento Babelia de El País. Algunos son tan deliciosos, que será
difícil encontrar a alguien que no coincida en que Gomá Lanzón es hoy uno de
los intelectuales más sólidos que tenemos en España.
Cultura Mainstream, cómo
nacen los fenómenos de masas, de Frédéric Martel. Una interesante investigación
de los templos multinacionales de la industria del ocio: usos, costumbres y
resortes en boca de sus protagonistas.
Selected Essays, de George
Orwell. Una selección publicada en 1957, pero de plena vigencia, especialmente
Politics and the English Language y Shooting an Elephant. Orwell fue tan bueno, que no es de extrañar que lo bárbaros y romanos de los think tanks políticos pujen
por interpretar sus tesis y aprovecharse de ellas.
Esto en cuanto a no
ficción. En ficción, me quedo con el impactante, excelente y gran libro de
Roberto Bolaño, Los Detectives Salvajes. La relectura ha sido una bomba
antiletargo para prevenirme durante todo el año de la mala literatura que se
extiende a lo largo y ancho de las grandes librerías. Bolaño sí, y Murakami
también. El japonés ha sido otro gran compañero de viaje durante estos días. Recomiendo los
relatos de Sauce Ciego, Mujer Dormida.
Una última mención al penúltimo compañero literario del verano: Gay
Talese. No desbanca a Chaves Nogales en honestidad periodística, pero este tipo
estaba dotado de una técnica exquisita para ejercer la profesión. Otra bomba de
oxígeno ahora que el periodismo se desangra víctima de la indolencia propia de
su modelo de negocio y de producción de contenidos.
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