El
sentimiento de poder que tiene un individuo dentro de la masa es enorme. Su
responsabilidad se diluye. Un individuo incrustado en una masa puede incluso
tomar decisiones o reivindicar aspectos contrarios a sus intereses. Gustave Le Bon
afirmaba que el individuo dentro de la masa es idéntico a una persona
hipnotizada que ha perdido su ser individual-consciente. Anida en la masa
–continúa Le Bon- un instinto profundamente conservador: sus explosiones
revolucionarias son efímeras, la masa se cansa de sus desórdenes y pronto desea
la servidumbre y el sometimiento. Intelectualmente, la masa es siempre inferior
al individuo aislado (*).
Gabriel
Tarde y Gustave Le Bon fueron pioneros en el estudio de las leyes de la
imitación. Entendieron con gran precisión las mecánicas que rigen el
comportamiento de las masas. El mérito está en que su análisis llegó un siglo
antes de la irrupción de las redes sociales y de Internet. El impacto global de
Internet en la vida de las personas ha cambiado la forma de comunicarnos, pero
los resortes que rigen el pensamiento masa siguen inmutables. Tan es así, que
probablemente hoy sea más fácil que nunca la prospectiva y anticipar las
grandes tendencias que van a condicionar nuestro comportamiento colectivo.
También es más sencillo que nunca encapsular soluciones y productos que generen
necesidades o dependencias. Prospección, anticipación, estímulo y respuesta son
los cuatro elementos que nos permiten entender el porqué de muchas respuestas
colectivas.
La
gran diferencia entre tiempos pasados y los actuales es que hasta antes de
Internet, esta secuencia era unidireccional y top-down. Hoy, sin embargo es
multidireccional y no necesariamente vertical. Este es el signo de nuestro
tiempo, la manera en la que suceden las cosas son amorfas pero altamente
previsibles.
Leyendo la magnífica biografía que ha escrito Jordi García sobe Ortega y Gasset, el filósofo español ya apuntaba en 1905, siendo aún muy joven, algunas ideas al respecto de las consecuencias de la vulgaridad a la que se ve abocada la sociedad cuando pivota sobre resortes masivos. En esa época el paradigma de pensamiento masa tenía su tótem en los periódicos. En una sociedad sin radio, ni televisión, ni Internet y con una población altamente influenciable, arremetía contra el periodismo (su familia controlaba El Imparcial, uno de los más influyentes del momento) porque propiciaba que "las ideas se empuercan y se desarticulan, el caudal de fundamentos racionales se va haciendo cada vez menor y se acaba como hemos acabado nosotros por hacer paradojas de café a todo trapo sin sentido común científico"
En otro orden de cosas, leía las reflexiones del periodista Juan Luis Sánchez en su libro Las 10 mareas del cambio. Buen libro en algunas partes, especialmente para entender los nuevos discursos sociales y cómo estos están generando cambios importantes. Sin embargo en algunos argumentos es excesivamente dócil y previsible al no incidir en los lastres inherentes a los movimientos masivos y en la inevitable incompatibilidad de estos con la generación de ideas disruptivas, diferenciales y únicas.
Es el signo de nuestro tiempo, el pensamiento masa ahoga al pensamiento complejo porque el segundo se mueve mal en el terreno de las mareas en red.
(*) LE
BON, Gustave, Psicología de las masas.
Ediciones Morata, Madrid 1986. Quinta
edición. Traducido por Alfredo Guerra Miralles (2005: 33)
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