Los partidos políticos tradicionales están tomados por la
endogamia y por asesores con carné. Como pasa con las estafas piramidales, sus
integrantes se dan crédito unos a otros
en una espiral en la que son conscientes que el fallo de uno es el final de
todos.
Revisemos: mientras los partidos políticos alimentaban esta espiral poniendo el pin
pan pum como punta de lanza de su discurso público, han
ido saliendo de nuestra órbita en un viaje a ninguna parte, probablemente
encaminados a su destrucción o a su profunda transformación. Pero en la cara
oculta de muchos de los partidos, detrás de las caras conocidas, existen
equipos de asesores, la mayoría de ellos dedicados a la estrategia y a la comunicación.
Asesores cuya filiación y sesgo ideológico es todo el mérito que esgrimen para
hacer lo que hacen y para estar donde están. Su carta de presentación no son sus
capacidades técnicas. Este ejercicio de endogamia ha llevado a los políticos al
terreno de lo insustancial, del postureo y de la rigidez.
Conozco el tema. Estuve dentro de algunas organizaciones
políticas a las que me acerqué con otros técnicos en comunicación a ayudarles
porque considerábamos y consideramos la política un arte noble y necesario y
porque entendíamos y entendemos la comunicación como el arte de hacer magia a
través del discurso honesto, claro y verídico.
El éxito de la comunicación política depende de la
convicción. Vencer no es convencer. La convicción es la mejor herramienta de
comunicación. La honestidad, la claridad y la veracidad son atributos que hay
que adaptarlos a los canales, a las audiencias, al momento oportuno, a las
conversaciones en red actuales, a la morfología de los medios, a los hábitos de
consumo informativos, a la disposición de los públicos, a la oportunidad…
Sentido de la oportunidad, sentido común y convicción. Son
los tres pilares de la comunicación política. Sin embargo, llevamos años asistiendo
a un encorsetamiento de la comunicación política que ha llevado a los políticos
a alejarse a miles de kilómetros de los ciudadanos. No hay peor comunicación
política que la que impone al portavoz corsés, tiempos acotados, poses con
gráficos en la mano, temas pactados milimétricamente, que hablen de sus cosas y
no de las cosas que realmente importan.
No he visto ni veo nada bueno ni nuevo bajo el sol en
comunicación política más allá de los cinco grandes aportaciones a esta materia
realizadas por Paul Lazasfeld y Elihu Katz en los años 50, más allá la
magnífica elegancia de Ted Sorensen a la hora de construir relatos
inspiradores, más allá de la sinergia entre los discursos de Jon Fraveau y la
estrategia social media en la campaña de Obama, más allá de la enorme intuición
de Frank Luntz para sintetizar conceptos complejos en palabras eficaces y más
allá del sentido común de Lakoff para entender que las dinámicas superficiales
del entorno social media puede domarse con tono mesurado y argumentación. Fuera
de eso nada. Las huestes de asesores con filiación ideológica han enviado a la
clase política a cavar su propio hoyo, la han situado en el lugar más alejado
de la gente.
Los mismos que inician una campaña con un candidato llamado
Miguel Arias y terminan con el candidato llamado Cañete, su segundo apellido,
usado en tono peyorativo; los mismos que en lugar de construir un relato que
conecte con una enorme masa social desencantada, construye uno que se limita a
atacar a su contrincante; los mismos que en un partido como Izquierda Unida,
con todo a su favor para surfear encima de la ola, se han dormido en los
laureles repitiendo consignas plagadas de lugares comunes; los mismos que consideran
que la alternancia es infinita, siguen sin entender que si no se adaptan y
conectan con la gente, su hueco lo ocuparán nuevas opciones. Algunas ya están
aquí. Es el caso de Podemos, Ciudadanos y otros.
Podemos es un partido de nuevo cuño, con financiación mutualizada
y que en poco más de seis meses ha logrado que más de 1,2 millones de votantes
les den su confianza. A partir de ahí los análisis parciales: que si su éxito
se debe a las redes sociales, que si se debe a la televisión, que si se debe al
15M. Lo cierto es que su principal cara, Pablo Iglesias, ha tenido horas de
exposición en televisión similar o inferior a otros candidatos emergentes como
Nart y muchísimos menos minutos que Arias Cañete, Valenciano, Meyer y los
aparatos de los grandes partidos. Estoy convencido que si se presentase a unas
elecciones cualquier tertuliano o personaje del corazón conocido no lograría
semejante éxito.
¿Qué significa esto? Que quien reduzca el éxito de Podemos a
sus apariciones en televisión o a su estrategia en redes sociales, es que no ha
entendido nada de nada. Ambas son palancas imprescindibles en comunicación
política, pero ninguna es crítica si el contenido no fluye, el discurso no
vuela y el sentido del mismo no engancha. Y esa es la clave. La clave es el
relato, el buen relato. Y el relato que gana a la gente es más potente si lo combinas
con las palancas media y social media, con la recurrencia, con la oportunidad y
con la convicción. Todo lo que se salga de ahí es sinónimo de fracaso. Dicho
esto, ojo, esto acaba de empezar.
Partidos: elijan a los mejores, no a los cortesanos.
1 comentario:
Se echan de menos tus posts.
Pero mira por donde aprovecho el tema del último para comentar lo torpes y cortoplacistas que son nuestros políticos. ¡TO-DOS! incluso los "nuevos".
El PP intentando designación directa de alcaldes con +40% de votos y 5 puntos de diferencia y el resto - salvo Podemos -oponiéndose.
Me explico:
imaginemos que la ley sigue como hasta ahora y el resultado previsible hace perder en un ayuntamiento la mayoría absoluta al PP.
Si Podemos apoya al PSOE dará imagen de que "también son casta", pero si no lo hace, el beneficiado sería el PP y el PSOE acabaría rentabilizándolo en cualquiera de los dos casos.
Podemos quedaría muy tocado de cara a las Generales.
En cambio, desde la oposición pero con un alcalde del PP, podría hacer la oposición todo lo populista que necesite para mejoras expectativas y además podría conseguir tirar abajo todo lo que quiera del equipo de gobierno, porque el que apoye al alcalde es casta y empujará al resto a apoyar las contra-propuestas de Podemos para no quedar estigmatizados.
Decía al principio "salvo Podemos" porque a Podemos continuar con la actual ley le iría muy bien, pero la nueva propuesta tampoco le perjudicaría especialmente, de hecho sería la verdadera manera de conseguir un número importante de alcaldías.
¡Átame esta mosca!
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